sábado, 22 de agosto de 2009

UN HADA EN CASA

A Camila le gustaba escuchar los cuentos de su tía que venía del campo los fines de semana a visitarla. Tiamalia, como ella le decía, sabía muchas historias que eran tan viejas como el viento. Siempre tenía algo nuevo que contar, aunque Camila tenía sus cuentos preferidos que le pedía que repitiera una y otra vez. La niña, cada siete días, iba guardando en su memoria y en su corazón cada una de aquellas fantásticas palabras que la tía contaba con tanta pasión. Escuchaba con las orejas más grandes que el lobo de caperucita y si Tiamalia modificaba algún relato, ella le decía:
– Pero vos dijiste que el lobo se comió a la abuela y ahora decís que la escondió debajo de la cama.
La tía, bajando la voz como para decir un secreto, contestaba:
– Shhh, silencio niña, que cuando una historia se está contando los duendes del misterio están escuchando.
La sobrina revoleaba los ojos de un lado a otro sin mover la cabeza, para no molestar a ningún duende que compartiera el cuarto en aquel momento.
Un día Camila se enfermó, muchos granitos rojos le cubrieron el cuerpo y estaba muy molesta por la picazón. En la cama se puso a pensar en todos los personajes de los cuentos y, sin saber porqué, le salió aquella palabra tan difícil que decía Mary Poppins:
– ¡Supercalifragilísticoespialidoso! ¡Sí, me salió! ¡Sí!
Camila saltaba de alegría porque podía decir esa palabra larguísima de un solo tirón, la usaría para competir con sus amigas a ver quién la pronunciaba más rápido. Gritó varias veces la palabra, se sentía tan feliz que ya no le picaba ni un grano, como si no los tuviera… ¡en realidad ya no los tenía! Cuando se miró la pancita que estaba tan blanca como siempre, sin ninguna mancha roja, no lo pudo creer. Fue corriendo hasta el espejo y con asombro vio que su cara estaba en perfecto estado.
– ¡Me curé! -gritó- Superfragilísticoespialidoso -repitió varias veces.
Recién en ese momento relacionó la palabra con lo sucedido y pensó que todo lo que le narraba Tiamalia era verdad.
Cuando llegó su tía quiso contarle lo que le había pasado, pero ella la interrumpió, bajó la voz y le dijo:
– Shhh, silencio niña, que cuando una historia se está contando los duendes del misterio están mirando.
Entre los juegos y la escuela Camila se olvidó de aquel hecho. Un día que estaba en la clase de matemática la maestra la hizo pasar al pizarrón. A ella no le salían bien las cuentas y menos la división. Ya con la tiza en la mano suspiró y, sin saber porqué, dijo “ábrete, sésamo”. Fue en ese momento que un viento fuerte se levantó y se abrió la puerta del aula con tal brusquedad que se rompieron los vidrios. Todos se asustaron y la señorita enseguida llamó a la directora, que llamó a la secretaria y ésta al portero que barrió los vidrios. La maestra les explicó sobre el sorpresivo viento y preguntó si venía tormenta, pero la directora mirando hacia el patio donde ni una hoja se movía, dijo:
– Menos mal que falta poco para que lleguen las vacaciones señorita.
La maestra quedó tan desconcertada con lo ocurrido que se olvidó de las cuentas.
Cuando vio a su tía, la nena le quiso contar cómo se salvó de la división, pero Tiamalia le puso un dedo en la boca y dijo:
– Shhh, silencio Camila que cuando una historia se está contando los duendes del misterio nos están tocando.
Después de muchos relatos llegó el verano sin que Camila supiera de cuentas pero siendo una experta en palabras mágicas.
Cuando el sol quema y hay que regar las flores todas las noches, Camila cumple años y sueña con invitar a todos los compañeros y a los vecinos, pero en su casa le dicen que sólo puede festejar con sus primos porque el dinero no alcanza.
Camila contó en el almanaque que faltaban siete días para su cumpleaños, los mismos siete para que viniera Tiamalia y, pensando en ella, se le ocurrió ir hasta el álamo que está en la vereda de su casa para decirle:
– “Arbolito, sacude tus ramas frondosas y échame oro y plata y más cosas”.
Según su tía así consiguió lo deseado Cenicienta. Repitió la frase varias veces debajo del álamo y abrió las manos elevando los brazos al cielo, como queriendo alcanzar la rama más alta. Pero, para su decepción, nada sucedió.
Al día siguiente su papá estacionó el auto debajo del álamo para resguardarlo del sol. Al bajar encontró una bolsa sucia colgada de una rama y creyendo que contenía basura fue a tirarla, pero como pesaba tanto sintió curiosidad de ver qué había adentro y encontró miles de joyas de oro y plata.
Ese cumpleaños fue de maravillas y entre los chicos vio a su tía que alegre la miraba. Corrió hasta sus brazos y pensó contarle al oído lo ocurrido, pero cuando estaba cerca de sus mejillas vio en los ojos de la tía una luz misteriosa y entendió que Tiamalia ya sabía todo lo ocurrido porque era una verdadera hada que cada siete días la visitaba.

6 comentarios:

  1. me parece muy bueno este cuento, un beso grande.

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  2. ¡GRACIAS JUAN! ESPERO QUE SIGAS LEYENDO.

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  3. te quieroooo anaaaa , aqui estoy como lo prometiii besoteee

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  4. HOLA ROMI! QUÉ LINDA SORPRESA TU VISITA!
    GRACIAS Y BESO!!!

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  5. muy linda historia!! mantiene la intriga y la ternura durante todo el relato! felicitaciones!
    saludos

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  6. ¡GRACIAS DARÍO, COMO ESCRITOR SABÉS QUE PARA QUE SE COMPLETE EL CÍRCULO, EL QUE ESCRIBE NECESITA DEL QUE LEE!
    ADEMÁS ESTE ES EL PRIMER CUENTO QUE PUSE EN EL BLOG, ¡ME DISTE UNA SORPRESA DEJANDO UN MENSAJE ACÁ!
    UN ABRAZO!

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