jueves, 25 de noviembre de 2010

ELLA VIAJA EN LAS PALABRAS






María Jesús, regresaste de un viaje y ya estás en otro, porque quien tiene el don de soñar siempre está viajando...




¡Gracias amiga!




Proyecto Tren Ciberespacial


Tihada-Migue

























jueves, 18 de noviembre de 2010

LA CACHACIENTA

Con una madre y dos hermanas no se necesitan madrastras ni hermanastras pensaba la Cachacienta. La llamaron así por su lentitud en los quehaceres domésticos, actitud contraria a las mujeres de la familia.
Doña Esther, la madre, era experta en limpiar la casa en un santiamén. Siete habitaciones, cuatro baños, cortar millones de pastitos y dejar transparentes los vidrios de los veinte ventanales que daban a las galerías no le llevaba más que media mañana. No quería que alguien la ayudara porque “nadie lo hace mejor que yo”, decía.
Dolores se ocupaba de cocinar, en un abrir y cerrar de ojos batía los huevos para preparar siete u ocho bizcochuelos que quedaban más esponjosos y altos que los de sus amigas. Además, mientras las tortas se cocinaban, hacía garbanzos con cordero al curry. El tiempo que le quedaba entre plato y plato freezaba cincuenta milanesas de pollo y otras tantas de ternera.
Pamela era una costurera frustrada, siempre andaba buscando ruedos para coser, cierres para cambiar y en menos que canta un gallo se hacía dos vestidos, tres blusas y un camisón. Los pañuelos y chalinas los hacía durante la propaganda de la novela de la tarde o en el viaje en taxi desde su casa al consultorio, porque también trabajaba fuera de su casa.
En cambio a Cachacienta le gustaba dormir hasta el mediodía y amaba el delívery.
– Esta chica vive al revés –decía su madre refiriéndose a la costumbre de Cachacienta de quedarse hasta tarde escuchando música y levantarse al mediodía.
– Se va a quedar soltera –decía Dolores- si no sabe hacer ni un huevo frito.
– Ni coser un botón sabe –agregaba Pamela para quien era
imprescindible ser especialista en enhebrar agujas.
Cachacienta le hablaba a la Luna y le pedía fuerzas y luz. La Luna la escuchaba y en bandejas, cada noche, le entregaba sus pedidos. Durante el día, mientras iba camino al trabajo, le rogaba al sol:
– Quema el rencor que hay en mi interior, derrite el odio que existe en la humanidad, calienta mi corazón y a todos los corazones para que no enfermen de frío.
El sol le respondía poniendo el poder de sus rayos a disposición de la joven.
Estas conversaciones hacían que llegara tarde a todos lados.
– ¡Por papar moscas! –gritaba su madre.
– ¡Hay que ser cachaza Cachacienta! –decían sus hermanas a coro.
Cachacienta no participaba en las reuniones que hacían sus hermanas y madre con el resto de la familia. Las amistades le resultaban aburridísimas porque siempre hablaban de lo mismo, una insoportable competencia sobre quién era capaz de hacer esto o aquello, de la mejor manera y en menos tiempo. Por eso, cuando llegó la invitación para asistir a la fiesta de cumpleaños de Arturo, el soltero más codiciado de la ciudad, Cachacienta no quería ir porque pensaba que sería muy aburrido ese desfile de ropas, títulos, trabajos, dormir poco y hacer mucho. Tanto insistieron su madre y sus hermanas que debía asistir, porque era un desprecio no hacerlo, que las acompañó.
Todas las muchachas querían bailar con Arturo, hasta doña Esther que soñaba con casar a una de sus hijas con ese hombre. Por eso lo sacó a bailar y el joven, por cortesía, aceptó.
– Mi casa es todo brillo, ni una mosca vuela y jamás dejo un plato sin lavar, ni el día que nacieron mis hijas, además estaría encantada de limpiar sus casas cuando se casen, porque para mí limpiar una o cinco casas es lo mismo -gritaba doña Esther para que la música no tapara el relato de sus condiciones de ama de casa abnegada.
Mientras tanto Arturo, que no podía interrumpir el monólogo, pensaba “qué fastidio tener una suegra así, te debe obligar a sacarte los zapatos para no ensuciar.”
Bailar con Dolores le provocó dolor de estómago ante la descripción minuciosa de la preparación de los ravioles, el budín de pan, los churros rellenos y la fondue de queso, todo dicho sin respirar. Arturo se imaginaba panzón al poco tiempo de casados y muerto unos años después, porque según sus razonamientos “con una mujer así voy a engordar hasta reventar”.
Con la costurerita -que se lo pasaba dando malos pasos y lo pisaba constantemente- la conversación fue muy aburrida y se detenía en medio del baile para mostrarle cómo tomaba las agujas o con qué ligereza movía el pie en la máquina de coser.
Arturo estaba deseando que la fiesta terminara para que todas aquellas mujeres se fueran cuando la vio a ella danzando con los pies y con el cabello, danzando con la boca y con los dedos. Se acercó y la tomó de la cintura. Hablaron el lenguaje del cuerpo moviéndose al compás de la música hasta que amaneció. Salieron del salón y siguieron bailando en el parque con el canto de los pájaros que despertaban. Entonces la joven le habló al sol -como era habitual en ella- pidiendo que quemara los desamores e hiciera florecer el amor.
Cuando Cachacienta se fue él tenía ganas de verla nuevamente, enseguida, siempre, siempre… pero no le había preguntado el número de su celular, ni el correo electrónico. Por suerte Cachacienta era previsora (en las cosas que su familia no lo era) y estaba en facebook, así la pudo encontrar. Ella había escrito en el muro la siguiente leyenda:
“En la pescadería venden pescado muerto y preparado
al gallinero no tengo que ir
elijo la pollajería porque el pollo está degollado.”
Arturo sonrió porque estaba enamorado y se enamoró aún más porque ella lo hacía sonreír.
Los amigos trataron de convencer a Arturo
­­–No te conviene una mujer que no sabe coser, ni sabe bordar.
Él respondió:
­– La amo porque sabe abrir la puerta para ir a jugar
.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

EL HERMANO TIEMPO

María Jesús llega entusiasta, sube al Tren Ciberespacial y comparte con todos los pasajeros la poesía, su poesía...


A veces pienso que el tiempo
es nuestro hermano mayor,
nos da la mano al nacer.
Nos presenta al sentimiento
y nos sube a su balcón
cuando nos hace crecer.
Vamos con él al colegio
y aprendemos la lección
del derecho y del deber.
Nos impulsa con el viento
las alas del corazón,
subir y vuelta a caer...!
Nos da su conocimiento,
la cadencia de su voz,
un beso al atardecer...
Y nos deja en el silencio
el bálsamo del amor
para vivir y ascender.
Porque somos en el tiempo
esclavos de la razón,
y morimos sin saber...
que la humildad sube al cielo
en el tren de la ilusión,
sin billete de volver...!!

Gracias María Jesús!


Tren Ciberespacial
Proyecto Migue-Tihada

http://migueilustrado.blogspot.com/


domingo, 14 de noviembre de 2010

UN NUEVO VAGÓN




¡Gracias Eva por sumarte a todas las propuestas!


¡Gracias a todos los que viajan en el Tren!


Tren Ciberespacial

Proyecto Tihada-Migue

miércoles, 10 de noviembre de 2010

TRABAR Y DESTRABAR

Se apodera de la boca de los enamorados que, al besarse, un cosquilleo recorre el cuerpo de la mendiga que libera en un suspiro sus pesares; éstos se posan en el tapado azul de una dama y una tristeza indefinida en sus ojos se instala.
Si visita al maestro llega a los alumnos, y en sus cabecitas Roma se transforma en Amor. En el recreo se enreda en los cabellos de los niños de otras aulas que la convocan a parlotear y escurrirse entre la risa.
Si la retienen pinta roja la garganta, muy roja. A veces duele. Si la destraban se pasa, y al pasar de boca en boca multiplica las emociones: suaviza, confunde, encoleriza,aburre.
Ella, enlaza mundos o desenlaza.
Si se desata puede perder el rumbo.
Ella, la Mujer Palabra, si no la nombro gira en la saliva y agoniza.