domingo, 24 de junio de 2012

Fogatas y cuentos

Brrrr aahhh qué frío!!! 

Vamos a hacer una fogata en esta noche de San Juan, quemamos lo que ya no queremos en nuestras vidas y luego, sintiendo el ruido de las chispas, les cuento estas historias....


 CARA DE FRÍO

 Le digo “tenés cara de frío”. Me responde “tengo ganas de que me abracen”.


Es hermosa esa pintura con marco de ventana. Los chicos la han titulado “Cara de Frío” y cuando pasan cerca de la imagen inmóvil, mirándonos desde el museo en que lo han puesto, apoyan los dedos llenos de barro en la nariz aplastada sobre el vidrio.
– Maleducados -nos grita una señora.
A mí no me gusta nada lo que hacen, a veces se los digo, pero después me cargan:
– ¡Te gusta Cara de Frío!
 

Con mis amigos me divierto mucho, casi todas las tardes salimos a jugar a la vereda. Vivimos todos en la misma cuadra, andamos en bicicleta de una esquina a la otra y juntamos mojarritas en la alcantarilla, las metemos en frascos con agua y después gana el que más tiene, cuando terminamos el juego las dejamos otra vez con la familia. Lo más divertido es jugar a saltar la alcantarilla agarrados de las ramas del sauce llorón que se queja crack, crick, pero siempre nos sostiene y se ríe con nuestras risas. A veces llego a casa de color marrón porque perdí y perder en este juego significa no llegar a la otra orilla y caer en el barro.
– ¡Cuándo esta chica dejará la edad del pavo! -grita mi papá.
¡Yo no sabía que los pavos se lanzan al aire hamacándose en un sauce! (pienso, pero no lo digo porque hay enojo en las cejas de todos, hasta en las de la abuela).
– Las nenas no se comportan así -agrega mamá- otras son más tranquilas, unas señoritas que juegan a lo que deben jugar las mujeres.
Lo único que entiendo de todo lo que dicen es que en casa cuidan más a la ropa que a mí.
En una lista larga de buenos ejemplos mamá lo pone a Pedro (más conocido por mis amigos como Cara de Frío).
–Mirá si te pasara como a él que es asmático y no puede correr, ni transpirarse, ni…
– Eso es una exageración –interrumpe la abuela- el niño tendría que jugar como todos.
Terminan discutiendo mamá y la abuela. Yo me voy a mirar una película o a hacer los deberes o…, pero en lo que pienso es en la cara de Cara de Frío. Y cómo pienso… pienso tanto que me parece que lo tengo al lado. Cuando estoy bañándome le hablo:
– ¿Querés jugar conmigo?
– Sí, me encantaría, pero no me dejan salir.
– Dejá tu campera colgada en la ventana y vení, nadie se dará cuenta.
Viene, jugamos y nos caemos juntos en la alcantarilla, somos dos monstruos de barro y…
– ¡Salí del baño!
El gritón es mi hermano que de mis diálogos no sabe nada. No tiene imaginación, piensa que el baño es sólo para hacer pis, caca y bañarse.
Así pasan los días. Juego con mi grupo de amigos menos con Cara de Frío, ¡con el que más quiero jugar!


Mi mamá y mi abuela discuten por la crianza de Pedro o por lo que sea. Pum, mi hermano sigue golpeando la puerta del baño. Cumplí quince hace poco. Hoy le digo algo. Hoy o nunca. Paso por su ventana y no está. Nos chocamos al dar vuelta la esquina.
– Tenés cara de frío -le digo.
–Tengo ganas de que me abracen -me responde.



Otro cuento, otro antes que se apague el fuego!!!

Y para el invierno el  conocido Atchís! 

ATCHÍS

¡Atchís!, ¡atchís!, ¡atchís! Al tercer estornudo mamá gritó:
–¡Se resfrió la nariz!
Y salimos corriendo a ver al doctor Parciallini que no se cansa de repetir:
– No hay que exponer la nariz al viento, ni al frío, tampoco al sol, ni al polen (y la lista sigue), porque la nariz es muy delicada. ¿Usted ha visto señora que un brazo se resfríe o una pierna u otra parte del cuerpo?
– ¿Y ahora qué hacemos? -dice mamá con una cara que parece ella la enferma.
– Ahora señora va derechito a comprar protectores para la nariz.
“Proteja su salud” se lee en un cartel en la puerta del negocio que nos recomendó el Doctor. Una señora que habla mucho nos atiende, en cuanto mamá dijo la palabra nariz empezó a mostrar artículos y explicar su utilidad.
– Señora, para proteger de los resfríos tiene este abrigado gorrito de lana, también este práctico paraguas con mango adaptable tanto para enganchar en las orejas o en las fosas nasales. Ah, no deje de llevar este formidable bigote palangana que tiene dos funciones bien definidas: calienta la nariz con un vapor que sale de él y, además, es un excelente receptáculo de la mucosidad que se desliza a la palangana sin necesidad de usar pañuelo.
Mamá, por la protección de mi nariz (que pasó a ser más importante que yo) compró todo lo que le ofreció la señora charlatana. Y así salí del negocio:
Gorrito Narizota + Paragüita Narigueta +Bigote Calentador Palangana.
Admito que mi nariz quedó calentita y que los moquitos después de una semana dejaron de caer, pero tuve algunos inconvenientes:
El Gorrito Narizota me provocó alergia y las ronchas llegaron hasta las orejas; el Paragüitas Narigueta me agrandó las fosas nasales; el Bigote me calentó también los ojos que se irritaron y no dejaron de lagrimear por un mes, pero lo peor fue que el calentador me quemó las pestañas, una ceja y media, y el flequillo se salvó por un pelito.
Mamá me llevó al doctor Parciallini por todos estos trastornos, pero no les dio demasiada importancia:
– Lo que importa señora es que la nariz está sanita. 


Ojo, Atchís es contagioso!!! Si no me creen miren los lugares que ha recorrido...

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Queremos más cuentos!!!

Y seguiré contando, mientras haya un fuego encendido o alguien que me ayude a encenderlo, seguiré...


lunes, 18 de junio de 2012

Un regalo de cumpleaños

Cuando comencé con el blog escribí un deseo:
Deseo que las historias que viajan en esta Virtual Andariega recorran todos los rincones del planeta ¡Gracias por ayudar con las riendas y el carro! ¡Acomodá la historia que más te guste y echala a andar!

...Y a mí me dijeron que los deseos se cumplen


  

…Y la Andariega recorrió miles de kilómetros, atravesó la pampa y la cordillera, atravesó el inmenso océano y llegó hasta donde yo vivía. La reconocí por su colorido y tintineo, cargada de bellas historias y magníficos personajes que habían nacido en cualquier parte del mundo. Estaba cansada del largo recorrido que había hecho y paró. Se detuvo el tiempo suficiente para que yo pudiera entrar y conocer a otros que, como yo, vivían mirando el cielo.
Entonces supe que mi sitio estaba allí, con ellos. Sin perder tiempo, no se fuera a escapar, desperté mis instintos, mi intuición dormida y mi fuerza interior, y pinté la Andariega con un nuevo matiz, y me enganché a ella mientras se volvía a elevar a las alturas.
Abajo quedaba la tierra, cada vez más pequeñita, y sus miserias y trasiegos se hicieron también diminutos, mientras al frente se extendía el azul inmenso de la creación.


Ilustración y texto: Pilar Argés García (viajando desde Toledo, España)
 Visitá su blog Cuaderno de Colores


Gracias querida amiga por subirte a este viaje... Con creadoras como vos es un placer recorrer el mundo!