Este cuento pertenece a una serie de historias que sabe la pared de un viejo bodegón. En este caso el niño también va a contar lo que él vivió.
Estoy llena de rajaduras, manchas de humedad, cada tanto un ladrillo en carne viva. Muda, pero no sorda. Estoy de pie. Recuerdo cada palabra, pero no puedo hablar. Estoy vieja y soy más fuerte que mis hermanas jóvenes. El que es abrazado por mí, que no tema que sus confidencias escapen de mi cobijo.
Los vi venir y pensé “los que faltaban para el truco”. Tras el único ventanal que se abre sobre mi costado miro esos cuerpos. Uno robusto, enhiesto, capaz de enfrentar al viento con su pecho; el otro la nueva rama en crecimiento.
El cantinero conoce el trago de cada cliente antes que se lo pidan y está al tanto que algunos cambian los gustos según el momento del día; por eso, porque sabe de su destreza, empezó a servir vino tinto para Rufino y pomelo con soda para el nieto antes de que entraran.
Eneko espió dentro del vaso y pensó que tenía ganas de tomar un Gancia con limón o una gaseosa con Fernet tan espumoso que se formara un copo casi a punto de rebasar, pero no se atrevió a contradecir la decisión del cantinero, mucho menos a pedírselo al abuelo.
-¿Todo en orden? -dijo el bolichero.
-En perfecto orden, preparados para ganar esta jugada –carraspeó Rufino y se sentó en la silla que apenas soportaba a un hombre tan corpulento.
Eneko se acomodó frente al abuelo. A cada lado se sentaron dos gauchos de bombachas batarazas y facón con mango de plata a la vista y monedas de oro sujetando las barrigas. Al niño le llamó la atención la larga barba, entre canosa y pelirroja del que estaba a su derecha. El de la izquierda tenía el gesto fruncido, tez morocha, ojos que miran el pasado. Hombres de temer. A Eneko le temblaron las carnes con sólo mirarlos.
- ¿Qué hacés Marlo Quemao? -palmeó el abuelo al morocho y casi lo enterró en el suelo.
Mi abuelo es un genio con las cartas, baraja como nadie mientras cuenta anécdotas y se agarra a la barba de Pichicaco como a las riendas. Todo lo hace para embarullar a los compañeros de juego. Siento que me corre un calor, que a mis piernas, que no me llegan al suelo, las invade un cosquilleo como si hubiera metido los pies dentro de un hormiguero gigante como el del terreno baldío frente a casa, pero miro el piso y no hay nada. Algo se me sube por el cuerpo cuando veo la ligereza con que el abuelo mueve los dedos y una carta se mete en su manga. Siento los ojos del barbudo y de Marlito (como le dice cariñosamente el abuelo a ese gigante), esos ojos son como ventanas de barco, no pestañean. Tomo el vaso con las dos manos para que no se me resbale por la transpiración. Por fin el abuelo reparte las cartas y se pone serio, me indica que deje el jugo a un costado porque hay que estar atento a la partida. Cuando me llega el turno dejo sobre la mesa la carta que me indicó: un cuatro de bastos. Cuando le toca a él, se endereza, hace el brazo para atrás como cuando levanta la fusta para que la remolona de la yegua se mueva, y tira sobre la mesa un siete de espadas mientras grita:
- Zapatillas bigotudas que al andar tierra levantan
a este flor y truco si son hombres se lo aguantan... ¡Y qué decís ahora Pichi, Pichicho, Pichicaquín! -se ríe con gusto el abuelo y saborea el vino como si fuera el último trago de su vida.
El hombre se rasca la barba y le pregunta a Marlo:
- ¿Vos tenés algo?
- Qué via tener, además éste viejo tiene el ancho -terminó la frase apoyando con fuerza el facón sobre la mesa, se levantó y la silla cayó para atrás.
Me controlo para que no me castañeteen los dientes y estoy por hacerme pis. Seguro lo descubrió al abuelo y lo mata. Sí, cómo no me di cuenta antes, es parecido al exterminador de la historieta que estoy leyendo. Seguro que su cuchillo, el de plata, debe largar rayos fulminantes.
Rufino cuando llegó abrió las dos hojas de la puerta para entrar al mismo tiempo con su nieto. Antes de que vinieran, Marlo estaba con el cuerpo doblado, parecía tener más años que yo y eso que soy vieja. He visto pasar el cincuentenario y el centenario de la ciudad, muchos lo festejaron apoyados en mi revoque, la mayoría de esos ahora duermen más abajo que mis cimientos. Marlo se reanimó cuando Rufino,compañero de guisos a media mañana en los campamentos en los años mozos, traspuso la puerta para armar un truquito.
Agarró el cuchillo y traspasó las cartas como el abuelo al costillar cuando hace asados. Nos mata a todos pensé, abrió la boca tan grande que le vi hasta el estómago y sacó la lengua como una lagartija:
– ¡Traé esas cartas p'acá, viejo criado a polenta! Te lo juro (y besó el cuchillo) que no abarajás más, che.
Y con la punta del facón fue revoleando las cartas que se desparramaron por el suelo. Pichicaco se largó al piso como hace mi amigo Pablo cuando se tira panzazos en la pileta y el abuelo aprovechó a pegarle una patada y gritaba:
- A comer tierra, acostumbrate que si no es hoy es mañana, pero la parca se acerca.
Pichicaco se quiso parar, tenía la barba cubierta de cartas, estamos perdidos pensé. Miré la puerta para disparar, pero vi que entre el abuelo y Marlo se hicieron guiños y se abalanzaron sobre el barbudo para no dejarlo levantar.
- Aura te quiero ver Pichicaquín, vas a dormir en el suelo, este catre lo conocés bien viejo pulguiento.
Y Pichicaco no se pudo parar, estaba descompuesto de risa.
En pocas ocasiones deseo ser hombre, no quiero sufrir o bañarme, pero cuando los miro a éstos me dan unas ganas. Con qué habilidad Rufino desliza las cartas entre sus manos, con qué destreza clava el cuchillo en la mesa Marlo y abre la boca como una fiera salvaje mientras imita gemidos de mujer y Pichicaco con qué osadía se ríe sin dientes. Todo eso lo soporto apacible desde mi quietud, pero lo que más me mueve el deseo de andar, lo que me levanta cascarones que caen al piso, son esos ojos iluminados del pibe mirando a los tres viejos revolcándose. Pasa del terror a la admiración, esas singularidades lo atrapan, está tan mudo y quieto como yo.
No rozaban el piso los pies del nieto cuando llegó, pero tenía piernas largas y orgullo de hombre cuando se fue pisando la oscuridad de la noche junto al abuelo.
hola tihada amiga,pase por aqui para dejarte un fuerte abrazo,gracias como siempre por regalarnos estos preciosos cuentos.
ResponderEliminarhasta prontito!!!!!!!!
Las cosas que tendran para contarnos las paredes de los bodegones, las pulperias... me introduje en la historia y estuve sentada en otra mesa observando todo, lo hiciste en forma brillante amiga.
ResponderEliminarSiempre que puedo me escapo unos días a diferentes pueblos porque disfruto en grande el clima que algunos tienen, estuve a punto de ir a vivir a S.A.de Areco hace años y no pude, pero me escapo a Baradero,Mercedes, San Pedro, Tandil, Verónica.. en fin varios, me siento como en mi casa hay un ritmo diferente y su gente...bueno creo que su gente está a la vista, aunque no sé de donde sos, sospecho que conocés esa PARED.
Abrazoss!!
Hola Sony!
ResponderEliminarGracias por venir a leer las historias!
Un gran abrazo!
HOLA TIHADA!! CONTAMOS CONTIGO, COMO ANFITRIONA PARA QUE CUANDO LLEGUEMOS A ARGENTINA NOS CUENTES UN CUENTO O ALGUN RELATO DE LOS TUYOS DE LOS CUALES SOY UNA FIEL SEGUIDORA.UN ABRAZO.
ResponderEliminarQuerida Adriana:
ResponderEliminarHe sido la Pared o la Mesa del truco
conozco a los Marlos, los Pichicacos
el bolichero, el abuelo y su nieto me son familiares.
He mirado como vos desde otra mesa donde se sienta la niña-joven-mujer, observadora y partícipe.
Gracias Adriana por hacer crujir, con tu paso de mujer entre hombres, a la madera de pinotea. Las puertas del bodegón están abiertas para cuando quieras beber algún recuerdo.
Somos muchos los que desde aquí hoy abrazamos tu presencia amorosa y cálida.
Hola Pilar!
ResponderEliminarSerá un honor, voy a preparar un cuento especial para recibirlos!
Seguimos viajando juntas amiga!
ABRAZO!
Thiada, impecable relato. Descripciones certeras, que como muchos dijeron, te trasladan a ese bodegón, para, como observador casi activo, ser partícipe de la acción. Sigue así, son grandes tus historias!! saludos
ResponderEliminarBrillante tu historia amiga!Pude sentir los olores del bodegón y ponerme en la piel de ese nieto vivenciando todo su miedo y el orgullo en ese impecable final...Qué tengas una linda tarde de domingo!
ResponderEliminarBesitos!
Hola,Tihada!!! Soy de las que creen que las paredes guardan historias, había una película, que se llamaba."Si estas paredes hablaran..."Ellas son testigos mudos de tantas situaciones!!!te felicito por tu relato, me encanta leerte! un placer, como siempre, amiga...Besoooos!!!!!
ResponderEliminarQue buen relato.
ResponderEliminarMe mantuvo entretenido de principio a fin.
saludos
Y se abre nuevamente la puerta del bodegón para que entre...
ResponderEliminarDARÍO que está ahí entre los parroquianos siendo parte de la situación, espiando las cartas o riéndose con la paisanada
SANDRA se ha puesto en el lugar del niño (era de esperar),comprende su miedo y su admiración
SILVINA se detiene en la pared, en cada mancha de humedad, sabe que ahí hay mucho más para escuchar y su alma inquieta lo busca
Con estos visitantes de lujo no hay bodegón que quiera cerrar sus puertas!
Gracias y abrazos!!!
El Gaucho Santillán es siempre bienvenido en este bodegón!
ResponderEliminarY a eso vienen al bar, a entretenerse.Siéntese que esta vuelta se la invitan!
Un abrazo Gaucho!!!
Sencillamente ¡¡eres barbara!!, como me encantan esas historias salpicadas de vivencias, de recuerdos, de tiempos idos; ese lenguaje campirano que para los que vivimos en ciudad se hace a veces incomprensible...mis felicitaciones mas sinceras...
ResponderEliminarAPLAUSOS...y abrazos
Dejaron todos de jugar al truco, hasta se pararon y sacaron el sombrero, es que entró al bodegón Adelfa...y ante una mujer ante todo el respeto y aún más, si como Adelfa sabe recitar payadas y es tan campechana.
ResponderEliminarGracias y abrazos!!!
Que genial Tihada como siempre tus cuentos, se nota qeu sabés de que hablás ya que mamaste esos ámbitos, nadie mejor que vos para describir ese tipo de situaciones...te felicito!
ResponderEliminarMigue
Mirá cómo te saluda Pichicaco y Marlito te convida de la bota, es que saben quíén sos los muy pícaros, saben que sos el Gran Pintor que llevó a la fama a uno de ellos ¡a Metepata!
ResponderEliminarEntre la paisanada se comenta que sos una especie de Molina Campos moderno, y por ahí quién te dice, tenemos almanaques con Metepata!
Gracias Migue!!!
ABRAZO!!!
ja..ja..no será mucho?...igual te agradezco...la pisanada siempre comenta....
ResponderEliminarpero me falta mucho pa los almanaques..ja!
Gracias Tihada, un beso!
Migue
Migue, sólo cumplo con pasarte el dato de lo que dicen los parroquianos e incluso la pared, que hasta aceptaría con gusto que le pongan un clavito para colgar la obra de arte...Así que ahora a no achicarse, jaja!
ResponderEliminarBESOS!!!
¡¡Hola Tihada!! Ya estoy de vuelta y te traigo un regalito:
ResponderEliminarhttp://sonrisasdemilcolores.blogspot.com/2010/03/premio-chuli-del-blog-cousas-de-peques.html
Pásate cuando quieras. Feliz semana.
Hola Tihada,,,excelentes como siempre tus historias,,,un gusto leerlas!!!!!que disfrutes de una maravillosa semana,,,,Besitos...
ResponderEliminarHOLA ELIZANA!
ResponderEliminarGRACIAS POR EL REGALO, YA LO SUBÍ!
ABRAZOS!!!
HOLA ILUSIÓN!
GRACIAS POR ESTAR SIEMPRE!
TENÉS UN REGALO.
ABRAZO!
Dejaron todos de jugar al truco, hasta se pararon y sacaron el sombrero, es que entró al bodegón Adelfa...y ante una mujer ante todo el respeto y aún más, si como Adelfa sabe recitar payadas y es tan campechana.
ResponderEliminar-----------
Campechana si lo soy
y lo tomo bien a pecho
que se me paren derechos
esos, los del bodegòn,
no vaya a ser que la flor
que le da lustre a mi nombre
les lance a su alrededor
aroma que les asombre
mientras que el del sombrerote
¡se desmaya de emociòn!
jijiijiji
Buenísimo, buenísimo Adelfa! No dejás de asombrarme, tenés mucha capacidad para escribir versos y entrar en una situación, además soltás al aire la picardía con mucha altura!
ResponderEliminarYo también, como los parroquianos, detengo mi juego, me paro y te aplaudo!
Y ahora me quedo con esa imagen: Adelfa entrando al bodegón, está la paisanada jugando a las cartas, todo se detiene ante su presencia, la mujer les dice estos versos...¿y después qué pasa? La historia es tuya, te la dejo.
ABRAZO!!!
Miramela a la Adelfa el versito que se mando... parece que hoy no voy a dejar de sorprenderme, PRECIOSO el cuento muy bien llevado, muy grafico cada imagen me recordo tanto a mi pueblo, a mi abuelo que siempre andaba con sus bombachas de gaucho y a caballo, jugaba a las cartas pero mas a la taba jajaj siiiii.....
ResponderEliminarFELICITACIONES es un grato placer leerte, pero muy grato.
besitos
Mónica
muy bueno tihada, hasta se me pianto casi un lagrimon...me hace acordar a alguiën ese abuelo y ese nieto.
ResponderEliminarBesos
Aqui lo dejamos mi querida Thiada, que para risa estuvo bueno y lo disfrutamos mucho, agradecièndote ademàs que me hayas permitido intervenir.
ResponderEliminarUn maravilloso ejercicio para la imaginaciòn y un reto, versar asi, directito sobre el espacio del comentario
cariños
Mónica llega al bodegón acompañada de su abuelo, dejan el caballo atado al árbol y se introducen en el pasado...¡Y que saque el bolichero la taba, que tenemos un experto en la materia!
ResponderEliminarMoni, para mí también es muy grato leerte y esta pasada por el bodegón!
ABRAZOS!!!
SAN, qué buena sorpresa esta pasada por el bar, y si hay nostalgia bienvenida sea!
ResponderEliminarEsta pared ha visto llorar a moco tendido a cada paisano morrudo, domadores de caballos y, sin embargo, qué HOMBRE hay que ser para llorar por la china o... por aquellos tiempos con el abuelo.
Te quiero mucho!
ABRAZO!
Que salgan los versos así espontáneos Adelfa es un don que compartís con las/os payadores!
ResponderEliminarGracias a vos por entrar en este juego, porque el arte, en cualquiera de sus manifestaciones, es esencialmente juego.
Un abrazo!!!
Alguna vez , me dijeron que solo lo que se conoce,lo que se mamó, lo que se ama, se puede trasmitir con certera emoción.Es Bolivar, como 17 y 71 aquí en La Plata, como cualquier bodegón de pueblo.En este cuento transpiran por sus poros,miles de vivencias ...de un tiempo que pasó.ME ENCANTÓ.
ResponderEliminarQuerida Cristi, has llegado vos también al bodegón, conocedora de tus tiempos, de los de tus padres, abuelos...Vos como esa Pared también tenés mucha riqueza para contar. Estás invitada a hacerlo, en este bodegón, en el blog de Tihada o donde quieras porque podemos a través de los cuentos desafiar al tiempo, el pasado y el futuro son sólo fantasías. El cuento es presente.
ResponderEliminarUN ABRAZO DE TODOS LOS PARROQUIANOS REUNIDOS POR EL RECUERDO!
MI ABRAZO!