Aquella mujer la perseguía hacía meses. Si conversaba con amigas se enredaba en las palabras, si ponía música danzaba en la melodía. La asediaba a la madrugada y se escurría entre sus pestañas para habitar los sueños.
Sara, harta de huir, se plantó ante ella:
_ ¿Qué tengo que hacer para que me dejés respirar sin suspiros, hablar sin sollozos?
– Cumplir la misión que se te ha encargado- respondió Angustias.
– ¿Y cuál es esa misión?
- Fácil es preguntarlo, difícil descifrarlo.
– Entonces qué hago –dijo Sara ahogada por la presencia de Angustias.
– Por haber soportado mis pasos tan cerca de los tuyos con estoicismo, te daré una ayuda: andá al parque más cercano durante un mes y a la primera persona que veas preguntale qué historia le gustaría escuchar y se la contás.
– Pero soy muy tímida y tengo poca gracia para contar historias y…
– Te doy la solución para deshacerte de mí, pero parece que querés mi compañía –dijo Angustias abrazándola y una vieja contractura atacó la espalda de Sara.
Era difícil desprenderse de aquella vieja conocida, una enemiga sagaz que aparentaba dulzura y daba consejos. Sara respiró hondo, el abrazo la había dejado sin aliento. Aunque no estaba convencida de lo que hacía, se fue al parque acompañada por Angustias.
Sentado en un banco un joven adormecía. Sara se sentó a su lado, estaba pálida y se juzgó ridícula al pronunciar esta frase:
– Yo…cuento historias…¿sobre qué te gustaría escuchar?
El joven, sin abrir los ojos, respondió:
– Cajas musicales.
Sara carraspeó, hizo una pausa y vio cómo Angustias se acercaba mostrando uñas largas con las que amenazaba dejar una eterna marca en ella y en el muchacho, entonces decidió contar esta historia:
Quemar y Renacer
La madre antes de morir le entregó una cajita musical que celosamente guardaba. Andrés sostuvo temeroso aquel tesoro entre sus manos. El extremo cuidado que le había prodigado su madre al objeto hacían temblar los dedos del joven al poseerlo. Había llegado a sentir celos de aquella caja que su madre adoraba, según creía Andrés, más que a él mismo.
Pasaron los años y un día el joven, a quién las primeras marcas de la madurez empezaron a asomarle en el rostro, decidió abrir la cajita. Una voz de mujer cantaba:
Búscame entre la hierba
o detrás del arcoiris
Búscame que yo te busco
desde que renació Osiris
Andrés entendió que debía encontrar a aquella mujer que le anunciaba amor eterno desde una voz escondida en una caja musical. Decidió partir a buscarla, pero antes pasó por la casa del Hermano José, un sabio al que consultaban todos en el pueblo.
El Hermano escuchó la dulce voz y sonrió:
–Parece que la muchacha tiene los cabellos como el carbón…
–¡Como el carbón! –dijo Andrés y se fue sin oír el final, ansioso por encontrarla.
– Como el carbón hecho brasas – concluyó el Hermano.
Andrés buscó primero entre las jóvenes del vecindario, las más cercanas, después se fue a los poblados de los alrededores y finalmente se mezcló entre la gente en grandes ciudades que nunca había visitado antes. Encontró bellas mujeres de cabellos renegridos, pero ninguna sabía de palabras develadas tras la muerte en cajas musicales.
Desorientado regresó a su ciudad natal, pensando que aquellas búsquedas eran sólo divagues de su mente y fue a regañarle al Hermano José por haberlo guiado erróneamente. El hombre sonrió y dijo:
–Veo que no interpretaste mis palabras, esta vez seré más claro. La mujer que te busca tiene los cabellos como el sol cuando…
Andrés, como en la primera ocasión, salió corriendo sin escuchar la frase completa.
– … Cuando se esconde al atardecer –finalizó el Hermano.
Un dorado mechón se deslizó desde un balcón y Andrés voló sin alas a ver a la señorita que allí su cabello peinaba. Y corrió sin piernas tras una joven en el parque y nadó sin brazos tras otra en un lago. En el campo cada espiga de trigo le recordaba su propósito, en la ciudad encontró bellas mujeres cuya cabellera era tan dorada que no podía mirarlas sin quedar ciego, pero ninguna sabía sobre el renacimiento de Osiris
Entonces regresó cabizbajo a su pueblo, pasó por la casa del Hermano José y le reclamó:
– Nada sabés viejo embustero.
Y el Hermano sonrió.
Andrés llegó agitado a su casa y, antes de entrar, incendió aquel recuerdo materno. Tendido en el cuarto de su cama lloró, por fin lloró.
Entonces, cuando el arcoiris anunció el fin del llanto, una flor bebió de las lágrimas y renació entre la hierba. Los perros de los vecinos no ladraron, como si la conocieran desde siempre. Él descorrió la cortina y vio que el atardecer de su vida se iluminaba con una cabellera rojiza, como las brasas, como el sol quemando el pasado.
Sara vio cómo el joven despegó los párpados, abrió los brazos desperezándose de años de dormitar y se fue tambaleante entre las hojas, como si recién aprendiera a caminar.
Angustias, sentada en la acera, se retorcía en su propio sentimiento.
Qué curioso lo que me ocurre con este cuento...me siento muy identificada con su protagonista, yo también lucho contra mis angustias,mi timidéz y no soy buena para contar historias ... ¡Estoy convencida que algún duende puso mi nombre en lugar de Sara cuando iniciaste el relato!
ResponderEliminarQue hermoso...los apuros de la juventud que notiene tiempo de escuchar el hablar pausado de sus mayores...con solo haberse quedado un ratito mas, se hubiera ahorrado algunas desiluciones.
ResponderEliminarabrazos
Buenísimo cuento Tuhada, que imaginación y que bien contado, está muy buena la idea de representar a la angustia como lo hiciste, te felicito, besos!
ResponderEliminarMigue
SANDRA! Ah, los freudianos dirían "un acto fallido", lo leí varias veces y nunca vi el cambio de nombre! Ahora con lo que me decís no sé si cambiar el "Sandra" o todos los "SARAS", jeje!
ResponderEliminarEn cuanto a que no sos buena contando historias,nuestra Sandra-Sara creía lo mismo y sin embargo tan mal no le fue, será cuestión de probar...
UN ABRAZO!!!
Preciosa doble historia que me hace reflexionar sobre aconteceres cotidianos de esta vida. Un abrazo
ResponderEliminarMe pregunto si sólo sos escritora o adivina, yo creo que sos DIVINA en el más amplio sentido de la palabra.
ResponderEliminarMe identifico con todos los personajes,a veces soy Sara, otras Angustias, otras el Hno.José y hasta la misma cajita musical.
Hermosísimoooo!!!
Quiero seguir leyendo....jajaja
Besos!
Genial Tihada, donde escondes tu máquina de imaginar. Creas estas maravillas con una facilidad y rapidez increíbles. Sigue alimentándonos el alma, lo necesitamos... Creo seriamente que debes publicar tu libro.
ResponderEliminarAbrazo gigante
Hola Adelfa, es cierto que la inmediatez muchas veces nos hace perdernos de lo verdaderamente importante. Gracias por tus comentarios.
ResponderEliminarABRAZO!
Hola Migue, gracias por tu presencia y tus reflexiones!
UN ABRAZO!
Hola Carlos, qué bueno que hayas pasado a leer! Gracias!
ABRAZO!
Hola Adriana, tus palabras son tan bellas, pero son elogios demasiado grandes! Y sentir la Divinidad que hay en los otros es un don que tiene quien lo percibe.Gracias!
¡Y a Sara no le va a quedar otra que seguir contando!
ABRAZOS!
HOLA EV!
¿Y vos me preguntás sobre la máquina de crear?, ¡vos sí que reconfortás el alma con tus preciosuras y con esa manera especial de expresar tus sentimientos! Gracias!
Abrazos!
¡Gracias a todos, es una inmensa alegría tenerlos en el blog!
Valla, excelente entrada, grandes palabras.
ResponderEliminarUn saludo.
Ah! la juventud!! Buen post.
ResponderEliminarun abrazo.
Franco y Gaucho, gracias por sus comentarios!
ResponderEliminarABRAZO!
Hola Tihada,,,,como siempre un hermoso cuento que nos regalas y me encantó leer!!!!gracias amiga,,,,Besitos...
ResponderEliminar¡GRACIAS ILUSIÓN!
ResponderEliminarABRAZO!
Que bonito Tihada, dos cuentos en uno, con diferentes mensajes. La angustia hay que desterrarla pronto, si nos toca pasar malos momentos hay que afrontarlos, pero no angustiarnos. Y hay que saber escuchar. Cuantas veces nos ocurre lo que a Andrés, que no ponemos atención a las cosas importantes y vamos dando tumbos. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Cordobesa!
ResponderEliminarQué bueno verte por acá! Gracias por dejar siempre tu interpretación de los cuentos, me encanta saber las diferentes lecturas de un texto o qué le llega más a cada uno.
Y qué florecido está tu blog, me encantó!
Un gran abrazo!
Te juro que tengo la piel de gallina con tu relato, me encantoooooooooooooo esta buenisimo y me senti como sara aunque por un momento tambien como el chico, raro no, la vida es un laberinto...
ResponderEliminarbesitos amiga y buen findesemana
Hola Mónica!
ResponderEliminarEn este cuento muchos me hablaron de identificación, tal vez porque hay sentimientos universales que, en mayor o menor medida, tenemos todos.
Me encanta tu visita Moni! Gracias!
UN ABRAZO!!!
MUY BUENO A NIVEL LITERARIO Y DIDÁCTICO !!!!
ResponderEliminarGracias por leer y comentar! :)))
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