De la serie de cuentos "¡Acá tá...no tá maaa!", hoy les presento:
LA ESENCIA DE SATURNINA
La señora Saturnina Grimal era conocida en toda la ciudad por su apego a la escoba. Una fama bien merecida, porque no la dejaba ni cuando recibía visitas, con una mano cebaba mate y con la otra sostenía la escoba con la destreza de una malabarista. Todo un arte.
Cuando se iba acostar dejaba la escoba apoyada en la mesa de luz y a la mañana lo primero que veía era a su compañera de tareas. Antes de sacarse las lagañas, la señora Grimal barría toda la casa, porque ella aseguraba:
– Los duendes, las muñecas, los fantasmas, el Ratón Pérez y su familia llenan de migas la cocina y dejan pisadas por aquí y por allá.
A su marido y a los niños los hacía desayunar levantando los pies del suelo así podía barrer alguna miguita que se escapaba entre el bigote del esposo o la bolita de moco que tiraban los mocosos.
El señor de la señora Grimal se afeitaba acompañado por su esposa que barría los pelitos en el aire, antes de que tocaran el piso. En realidad barrer en el aire era la especialidad que más la distinguía, rara vez la migas, los cabellos y las pelusas llegaban a rozar el suelo porque Saturnina tenía una excelente motricidad fina, estiraba el brazo, ponía la escoba en posición horizontal y absolutamente todo, hasta los micro microbios se estrellaban contra las pajas de la escoba.
Acompañaba a su familia hasta la puerta del edificio, bajaban por el ascensor así barría el piso. El señor de la señora Grimal hacía upa a los dos niños y levantaba un pie y luego el otro para que Saturnina pudiera barrer bien. Luego despedía a su familia en la parada de colectivos saludándolos con una mano y con la otra barría el techo del refugio y el cartel del 307 .
Desde la parada hasta el edificio pasaba la escoba por todas las veredas de la vecindad porque si había hojas en la casa del vecino el viento en cualquier momento las traería a la suya. Lo mismo hacía en la de al lado de la de al lado y al lado, ¡ufa qué agotador!, daba vueltas la manzana y en otoño media ciudad la veía barriendo veredas.
Saturnina Grimal barría.
Barría el techo, las paredes, las ventanas, las lámparas, los espejos.
Barría los sueños, la diversión, la risa, las ganas de estar tirados, los bostezos.
¡Barría con todo y con todo barría!
Dichosa era la vida de Saturnina hasta aquella mañana que abrió los ojos y no vio a la razón de su vida: la escoba. Despertó a su marido para contarle la tragedia ocurrida, pero el señor de la señora Grimal no era un hombre capaz de prever la dimensión de ese acontecimiento, por lo que contestaba entre ronquidos:
– Estará jugando a la escondida con la bolsa de basura.
Saturnina fue a comprobarlo, pero la bolsa estaba aprisionada en el tarro como la habían acostumbrado. Saturnina buscó y rebuscó en la heladera, debajo de las camas, adentro de los roperos. La llamaba con desesperación:
– ¡Dónde estás escoba de mi corazón!
Los gritos despertaron a todos los vecinos y desde el primero P hasta décimo D buscaron la escoba de Saturnina y para consolarla decidieron prestarle sus escobas, pero…¡nadie las encontró!
– ¡No hay escobas en todo el edificio! –dijo haciendo puchero la señora Grimal y fue al supermercado con su camisón floreado, las medias tres cuartas y las chinelas.
– ¿Escobas? –dijo extrañado el vendedor- ¿no se enteró que están agotadas?
– ¿Usted quiere decir cansadas?
– Seguramente cansadas también, sobre todo la suya -murmuró el vendedor.
– Para mí es una huelga de escobas –comentó una vecina alarmista- y quién sabe hasta cuándo seguirán, por tiempo indeterminado dice el informativo.
– ¡El informativo! –dijo la señora Grimal y corrió a su casa a prender el televisor.
Un periodista vestido de traje y corbata de seda sostenía en una mano el micrófono y en la otra una escobilla de baño. Con una seriedad que espantaba, dijo:
– Hemos encontrado una escobilla, el señor Martínez Palomeque la vende o hace un trueque por un auto color turquesa y vidrios polarizados. Los interesados llamar al teléfono que figura en pantalla.
La señora Grimal estaba feliz, anotó temblorosa los veintitrés dígitos en su mano. El locutor anunció un corte y ella aprovechó a llamar. Ocupado…ocupado… “¡no puede ser, llamé enseguida, la escobita será mía…mía...” Mientras Saturnina discaba en el televisor aparecía otra vez el señor de corbata, pero sin la escobilla, corriendo agitado por las calles.
– Acaban de robar el objeto en cuestión, vamos detrás de los malhechores… fueron por aquí… no acá…. Los vimos subirse a la chimenea…no, no, estaban colgados de la antena, uno se fue por los cables…una quiero decir, era mujer...
El señor Martínez Palomeque lloraba y la señora Grimal también, lloraba y lloraba, no quería hacer nada más que llorar. Llegó la noche y se le había agrandado el lagrimal de tanto llorar, más que lágrimas lanzaba gotones sobre la ventana de su casa, entonces miró el cielo, estaba reluciente, como de fiesta. Saturnina rogó a Saturno y al resto de los planetas:
– Una escoba por favor, la vida sin escobas no es vida.
A la señora Saturnina Grimal le estaban por desaparecer los ojos en las fauces agrandadas del lagrimal cuando vio lo que vio: ¡un millón de escobas, escobillas, escobillones de todos los modelos y colores! Ziz, zaaaz, pasaban a toda velocidad ziiiiz zaaaaz. Una escoba estacionó en su ventana y toc, toc golpeaba invitándola a subir. Más allá se habían estacionado cientos de escobas y alcanzó a ver unas siluetas saludándola.
– ¡Vamos Saturnina, animate de una vez a ser lo que eres!
Un chaparrón de caramelos recordó a Saturnina que era ¡noche de brujas! Sin pensarlo dio un salto único, desesperado, alegre, estupendo, aterrado, y subió a la escoba, su eterna compañera.
– ¡Saturnina ven acá, Saturnina a dónde vas! -le pareció escuchar desde la Tierra.
–¡Voy a barrer el anillo de Saturno, a recorrer el espacio, a encontrarme con mi esencia ancestral!
(Como no hay final para los cuentos, éste tampoco lo tendrá. Termino por ahora de narrarles y una noche les muestro la poesía que le han hecho a Saturnina otras brujas que todavía no se animan a volar)
TIHADA
Hola!!
ResponderEliminarPermíteme presentarme soy Gillian administradora de un par de webs, visité tu portal y está interesante, tienes temas muy buenos y el diseño me gusta. me encantaría poner un link de tu web en mis sitios y así mis visitas puedan visitarlo también. si estás de acuerdo no dudes en escribirme
Éxitos con tu blog.
Gillian Silva
gilixitana@hotmail.com
Excelente, wao fantástico, y si tuviera final, yo dejaría a doña Saturnina, barriendo toda clase de mugre, físico, ambiental, y emocional, ira, envidia.. Pero su escoba tendría una restricción, jamás barrería sueños!
ResponderEliminarUn Besito Marino!
¿Qué hermosa historia, Tihada!!! Me hizo reír!! Una dulzura, la verdad que me imagino perfectamente a Saturnina, es muy gráfica!!! Me encantó. Besos, amiga!!!
ResponderEliminarhola tihada,me has echo reir mucho amiga con la historia de esta mujer que barria hasta las ideas de quien se le cruzara en el camino jajajjajaja,pobre señora,si lo peor que podia pasarle era que le robaran su escoba jajajjaja.
ResponderEliminarme encanto el cuento,lleno de magia como todos los que publicas.
recibe un fuerte abrazo amiga!!!!!!!!
Hola Tihada, que genial cuento. Por un momento Doña Saturnina me recordó a mi misma, todo barrido, todo recogido, aunque yo sueños no barro, en todo caso pesadillas, esas si que me las ventilo de un plumazo (de plumero, claro está). Y sobre todo por aquello de ser un poco bruja. Que daríamos más de cuatro por tener una escoba que nos llevara allá donde quisieramos, a que si?
ResponderEliminarBueno, guapa, te he dejado unos regalitos en mi blog.
Un gran abrazo.
María.
Hola Tihada, bella historia, explendidamente narrada y creo que hay muchas Saturninas por nuestro mundo, obsesionadas por la limpieza. Me recuerda una historia de un pariente que en su juventud vivía con su madre y su tía, ambas limpiando sobre limpio todo el día. Al llegar a casa le obligaban a descalzarse o al menos ir caminando por la vivienda sobre unas bayetas o trapos, para no manchar el suelo. Y así todos los días hasta que se cansó y recogió de la calle un saco lleno de grijo o piedra pequeña, casi polvo, y al llegar a casa cuando le abrieron la puerta abrió el saco y esparció por la vivienda el contenido del saco y les gritó a madre y tía: "ahi teneis para que tengais algo que limpiar". Y se marchó. Un abrazo
ResponderEliminarQue bueno.
ResponderEliminarEncima me hizo acordar al pato "Saturnino"!!
Muy logrado, che.
Saludos
Muy lindo el relato, Tihada.
ResponderEliminarCreo que Saturnina se perdía muchas cosas por estar todo el día con la escoba. Creo también que no podría vivir con ella. La mejor utilidad que tiene una escoba es subirse a ella y volar.
Prefiero los corazones relucientes que las casas como los chorros del oro.
Besitos.
Hola Tihada,,,,,maravillosa historia que me hizo reir jajaj imaginándome a Saturnina buscando su escoba jajaj,,,,muy buena,,,,,,Besitos....
ResponderEliminarQue buen cuento Tihada, jajaja!!
ResponderEliminarQuien no conoce alguna Saturnina? en casi todos los vecindarios hay una, o varias! De alguna manera casi todas las mujeres tenemos algo de "Saturninas"
Como siempre un placer leerte.
Abrazos!
¡¡¡BUENISIMO!!!, como bien dicen, quien no conoce a alguna Saturnina, yo misma soy a veces un poco Saturnina. ¡¡¡GENIAL AMIGA!!! me encantó.
ResponderEliminarUn abrazote inmenso desde el corazón.
Como me divertí con tu historia!!Tu imaginación aquí voló más rápido que la escoba de Saturnina. Un cuento con muchísimo humor y disparatado,de esos que le encantan a los niños (y a los no tan niños)que además nos deja una crítica para esas personas tan perseguidas con la limpieza que barren con "los sueños,la diversión,la risa,las ganas de estar tirados, los bostezos" Genial!! No le faltó nada a esta historia.Felicitaciones Ana Gracia!!
ResponderEliminarMe imagino a Saturnina atrapada en un libro de tapas duras,con coloridas ilustraciones y en una impecable vidriera de una librería.
Un abrazo!
Hola queridos amigos/as, yo también me reí mucho con los cometarios, las anécdotas, lo que piensan de la brujita Saturnina...
ResponderEliminar¡Gracias por esas risas que me hicieron reír!
Un fuerte abrazo!!!
(Cualquier noche de estas de Hada paso a Bruja y los visito subida en una escoba junto a Saturnina)
Muy linda la historia de Saturnina y su escoba...Si,yo también conozco alguna Saturnina!!
ResponderEliminarBesos
Gracias Dayana!
ResponderEliminarUn gran abrazo!
muy divertido tu cuento, esta muy bueno!! =)
ResponderEliminarescribes muy lindo =)
Hola Rana Dibujante!
ResponderEliminarBienvenida al blog!
Un abrazo!