Prendí la computadora y en la pantalla decía:
Andá hasta la puerta.
Obedecí a la indicación sin saber de qué se trataba. Colgada del picaporte encontré una pequeña bolsa con esta nota:
“En el interior hay tres frascos, cada uno contiene el germen de una historia. Sólo tenés que depositar cada noche la gota de uno de los frascos sobre un papel, con mucho cuidado que no se desparrame en la mesa o se evapore en el aire. Dejás que la gota se deslice a voluntad. Pasadas unas horas, si nadie interfirió entre tu gota y vos, verás los trazos de un relato.
No apresurarse es una de las virtudes que aseguran el éxito del experimento. Una noche dejás caer una gota, a la noche siguiente la otra…El amanecer te sorprenderá con un mensaje que tendrás que compartirlo con aquellas personas que durante este año te han acompañado en la construcción de un sueño.”
No entendía cómo iba a funcionar, pero acepté el reto. Seguí todas las explicaciones y surgieron las historias que, como se me ha indicado, debo compartir.
Pensé que el mundo de Tihada es el lugar acertado para que la gota transformada se encuentre con seres que valoran el origen de la creación. Lean la primera historia que nació de una gota.
Primer Experimento-frasco negro azabache: “Noventa y nueve y cien”
La mamá sienta a Paola en un banquito. Las dos están frente al espejo. La suave cabellera de la niña es cepillada por su mamá noche tras noche.
– Noventa y nueve y cien -dice la mamá y termina de acariciar el cabello.
Así cada noche lo va dejando más brilloso y suave.
Cuando la mamá ha pasado el cepillo más de sesenta veces Paola está entre dormida y de cada mechón de su cabellera sale una historia. A la mañana siguiente no sabe si viajó con su perro hasta el Amazonas, si se lo contó su mamá, o salió de su cabello negro azabache.
Tanto cariño reciben esos pelitos que cada día están más inteligentes. Si llueve se elevan contra la gravedad y se abren como un paraguas; si alguien pelea a la niña, las puntas se tensan como flechas.
Lo más interesante de estos cabellos mimosos es que tienen dos maravillosas habilidades que hasta una reina desearía: se desenredan antes que los tironeen y que son tan pícaros que se hicieron amigos de los piojitos, con quienes han hecho un trato:
– Compinches, pero no pegoteados. Si andan por la cabeza del que está al lado, ojito con saltar o rompemos la amistad.
Los piojos obedecen y el cabello crece en paz de los hombros al ombligo, de la cola a las rodillas.
La mamá dice:
– Cuando pase los talones te va a servir como cola para el vestido de novia.
Y esa noche el cabello sueña una historia de amor que Paola guarda en el cofre más precioso.
(El segundo experimento lo realizo esta noche y mañana les muestro el resultado)
Hola Guapa que interesante lo que nos cuentas de las gotas, he leído la primera historia y claro como no ilusionarme si la niña lleva mi nombre jeje, tengo ganas ya de saber el resto de historias.
ResponderEliminarun besito
Pao
Hola Pao! Sí, tiene tu nombre y se me ocurre que tus cabellos también crean historias... ¿Tendrás un cofre precioso donde las guardás?
ResponderEliminar¡Te mando un abrazo!